"El hombre es libre, pero deja de ser libre cuando no cree en su libertad. Cuando mayor poder concede al destino, tanto más se roba a sí mismo este poder que Dios le dio al darle la razón. La razón es una fracción de la divinidad de nuestro Creador. Pero aún cuando el hombre es libre, no ha de creer que tiene derecho a hacer lo que quiere, pues se convierte en esclavo cuantas veces se deja arrastrar a la acción de sus pasiones" - Del prólogo de las memorias de Casanova.
Un lugar más para perder el tiempo, tu leyendo y yo escribiendo. Política de día y de noche poesía. Bienvenidos ! @rodrijdominguez ("En twitter seguirlo debes" Yoda)
martes, 10 de septiembre de 2013
martes, 23 de julio de 2013
Una flor amarilla - Julio Cortázar
De esos textos que no imaginaste leer... pues bien una amiga me regaló una flor amarilla, pues bien, hoy yo tengo el gusto de compartirla con ustedes.
Julio Cortázar
(1914-1984)
Una flor amarilla
(Final del juego, 1956)
(1914-1984)
Una flor amarilla
(Final del juego, 1956)
Parece una broma, pero somos
inmortales. Lo sé por la negativa, lo sé porque conozco al único mortal. Me
contó su historia en un bistró de la rue Cambronne, tan borracho que no le
costaba nada decir la verdad aunque el patrón y los viejos clientes del
mostrador se rieran hasta que el vino se les salía por los ojos. A mí debió
verme algún interés pintado en la cara, porque se me apiló firme y acabamos
dándonos el lujo de la mesa en un rincón donde se podía beber y hablar en paz.
Me contó que era jubilado de la municipalidad y que su mujer se había vuelto
con sus padres por una temporada, un modo como otro cualquiera de admitir que
lo había abandonado. Era un tipo nada viejo y nada ignorante, de cara reseca y
ojos tuberculosos. Realmente bebía para olvidar, y lo proclamaba a partir del
quinto vaso de tinto. No le sentí ese olor que es la firma de París pero que al
parecer sólo olemos los extranjeros. Y tenía las uñas cuidadas, y nada de
caspa.
Contó que en un autobús de la línea 95 había visto a un chico de unos trece años, y que al rato de mirarlo descubrió que el chico se parecía mucho a él, por lo menos se parecía al recuerdo que guardaba de sí mismo a esa edad. Poco a poco fue admitiendo que se le parecía en todo, la cara y las manos, el mechón cayéndole en la frente, los ojos muy separados, y más aun en la timidez, la forma en que se refugiaba en una revista de historietas, el gesto de echarse el pelo hacia atrás, la torpeza irremediable de los movimientos. Se le parecía de tal manera que casi le dio risa, pero cuando el chico bajó en la rue de Rennes, él bajó también y dejó plantado a un amigo que lo esperaba en Montparnasse. Buscó un pretexto para hablar con el chico, le preguntó por una calle y oyó ya sin sorpresa una voz que era su voz de la infancia. El chico iba hacia esa calle, caminaron tímidamente juntos unas cuadras. A esa altura una especie de revelación cayó sobre él. Nada estaba explicado pero era algo que podía prescindir de explicación, que se volvía borroso o estúpido cuando se pretendía —como ahora— explicarlo.
Resumiendo, se las arregló para conocer la casa del chico, y con el prestigio que le daba un pasado de instructor de boy scouts se abrió paso hasta esa fortaleza de fortalezas, un hogar francés. Encontró una miseria decorosa y una madre avejentada, un tío jubilado, dos gatos. Después no le costó demasiado que un hermano suyo le confiara a su hijo que andaba por los catorce años, y los dos chicos se hicieron amigos. Empezó a ir todas las semanas a casa de Luc; la madre lo recibía con café recocido, hablaban de la guerra, de la ocupación, también de Luc. Lo que había empezado como una revelación se organizaba geométricamente, iba tomando ese perfil demostrativo que a la gente le gusta llamar fatalidad. Incluso era posible formularlo con las palabras de todos los días: Luc era otra vez él, no había mortalidad, éramos todos inmortales.
—Todos inmortales, viejo. Fíjese, nadie había podido comprobarlo y me toca a mí, en un 95. Un pequeño error en el mecanismo, un pliegue del tiempo, un avatar simultáneo en vez de consecutivo, Luc hubiera tenido que nacer después de mi muerte, y en cambio... Sin contar la fabulosa casualidad de encontrármelo en el autobús. Creo que ya se lo dije, fue una especie de seguridad total, sin palabras. Era eso y se acabó. Pero después empezaron las dudas, por que en esos casos uno se trata de imbécil o toma tranquilizantes. Y junto con las dudas, matándolas una por una, las demostraciones de que no estaba equivocado, de que no había razón para dudar. Lo que le voy a decir es lo que más risa les da a esos imbéciles, cuando a veces se me ocurre contarles. Luc no solamente era yo otra vez, sino que iba a ser como yo, como este pobre infeliz que le habla. No había más que verlo jugar, verlo caerse siempre mal, torciéndose un pie o sacándose una clavícula, esos sentimientos a flor de piel, ese rubor que le subía a la cara apenas se le preguntaba cualquier cosa. La madre, en cambio, cómo les gusta hablar, cómo le cuentan a uno cualquier cosa aunque el chico esté ahí muriéndose de vergüenza, las intimidades más increíbles, las anécdotas del primer diente, los dibujos de los ocho años, las enfermedades... La buena señora no sospechaba nada, claro, y el tío jugaba conmigo al ajedrez, yo era como de la familia, hasta les adelanté dinero para llegar a un fin de mes. No me costó ningún trabajo conocer el pasado de Luc, bastaba intercalar preguntas entre los temas que interesaban a los viejos: el reumatismo del tío, las maldades de la portera, la política. Así fui conociendo la infancia de Luc entre jaques al rey y reflexiones sobre el precio de la carne, y así la demostración se fue cumpliendo infalible. Pero entiéndame, mientras pedimos otra copa: Luc era yo, lo que yo había sido de niño, pero no se lo imagine como un calco. Más bien una figura análoga, comprende, es decir que a los siete años yo me había dislocado una muñeca y Luc la clavícula, y a los nueve habíamos tenido respectivamente el sarampión y la escarlatina, y además la historia intervenía, viejo, a mí el sarampión me había durado quince días mientras que a Luc lo habían curado en cuatro, los progresos de la medicina y cosas por el estilo. Todo era análogo y por eso, para ponerle un ejemplo al caso, bien podría suceder que el panadero de la esquina fuese un avatar de Napoleón, y él no lo sabe porque el orden no se ha alterado, porque no podrá encontrar se nunca con la verdad en un autobús; pero si de alguna manera llegara a darse cuenta de esa verdad, podría comprender que ha repetido y que está repitiendo a Napoleón, que pasar de lavaplatos a dueño de una buena panadería en Montparnasse es la misma figura que saltar de Córcega al trono de Francia, y que escarbando despacio en la historia de su vida encontraría los momentos que corresponden a la campaña de Egipto, al consulado y a Austerlitz, y hasta se daría cuenta de que algo le va a pasar con su panadería dentro de unos años, y que acabará en una Santa Helena que a lo mejor es una piecita en un sexto piso, pero también vencido, también rodeado por el agua de la soledad, también orgulloso de su panadería que fue como un vuelo de águilas. Usted se da cuenta, ¿no?.
Yo me daba cuenta, pero opiné que en la infancia todos tenemos enfermedades típicas a plazo fijo, y que casi todos nos rompemos alguna cosa jugando al fútbol.
—Ya sé, no le he hablado más que de las coincidencias visibles. Por ejemplo, que Luc se pareciera a mí no tenía importancia, aunque sí la tuvo para la revelación en el autobús. Lo verdaderamente importante eran las secuencias, y eso es difícil de explicar porque tocan al carácter, a recuerdos imprecisos, a fábulas de la infancia. En ese tiempo, quiero decir cuando tenía la edad de Luc, yo había pasado por una época amarga que empezó con una enfermedad interminable, después en plena convalecencia me fui a jugar con los amigos y me rompí un brazo, y apenas había salido de eso me enamoré de la hermana de un condiscípulo y sufrí como se sufre cuando se es incapaz de mirar en los ojos a una chica que se está burlando de uno. Luc se enfermó también, apenas convaleciente lo invitaron al circo y al bajar de las graderías resbaló y se dislocó un tobillo. Poco después su madre lo sorprendió una tarde llorando al lado de la ventana, con un pañuelito azul estrujado en la mano, un pañuelo que no era de la casa.
Como alguien tiene que hacer de contradictor en esta vida, dije que los amores infantiles son el complemento inevitable de los machucones y las pleuresías. Pero admití que lo del avión ya era otra cosa. Un avión con hélice a resorte, que él había traído para su cumpleaños.
—Cuando se lo di me acordé una vez más del Meccano que mi madre me había regalado a los catorce años, y de lo que me pasó. Pasó que estaba en el jardín, a pesar de que se venía una tormenta de verano y se oían ya los truenos, y me había puesto a armar una grúa sobre la mesa de la glorieta, cerca de la puerta de calle. Alguien me llamó desde la casa, y tuve que entrar un minuto. Cuando volví, la caja del Meccano había desaparecido y la puerta estaba abierta. Gritando desesperado corrí a la calle donde ya no se veía a nadie, y en ese mismo instante cayó un rayo en el chalet de enfrente. Todo eso ocurrió como en un solo acto, y yo lo estaba recordando mientras le daba el avión a Luc y él se quedaba mirándolo con la misma felicidad con que yo había mirado mi Meccano. La madre vino a traerme una taza de café, y cambiábamos las frases de siempre cuando oímos un grito. Luc había corrido a la ventana como si quisiera tirarse al vacío. Tenía la cara blanca y los ojos llenos de lágrimas, alcanzó a balbucear que el avión se había desviado en su vuelo, pasando exactamente por el hueco de la ventana entreabierta. «No se lo ve más, no se lo ve más», repetía llorando. Oímos gritar más abajo, el tío entró corriendo para anunciar que había un incendio en la casa de enfrente. ¿Comprende, ahora? Sí, mejor nos tomamos otra copa.
Después, como yo me callaba, el hombre dijo que había empezado a pensar solamente en Luc, en la suerte de Luc. Su madre lo destinaba a una escuela de artes y oficios, para que modestamente se abriera lo que ella llamaba su camino en la vida, pero ese camino ya estaba abierto y solamente él, que no hubiera podido hablar sin que lo tomaran por loco y lo separaran para siempre de Luc, podía decirle a la madre y al tío que todo era inútil, que cualquier cosa que hicieran el resultado sería el mismo, la humillación, la rutina lamentable, los años monótonos, los fracasos que van royendo la ropa y el alma, el refugio en una soledad resentida, en un bistró de barrio. Pero lo peor de todo no era el destino de Luc; lo peor era que Luc moriría a su vez y otro hombre repetiría la figura de Luc y su propia figura, hasta morir para que otro hombre entrara a su vez en la rueda. Luc ya casi no le importaba; de noche, su insomnio se proyectaba más allá hasta otro Luc, hasta otros que se llamarían Robert o Claude o Michel, una teoría al infinito de pobres diablos repitiendo la figura sin saberlo, convencidos de su libertad y su albedrío. El hombre tenía el vino triste, no había nada que hacerle.
—Ahora se ríen de mí cuando les digo que Luc murió unos meses después, son demasiado estúpidos para entender que... Sí, no se ponga usted también a mirarme con esos ojos. Murió unos meses después, empezó por una especie de bronquitis, así como a esa misma edad yo había tenido una infección hepática. A mí me internaron en el hospital, pero la madre de Luc se empeñó en cuidarlo en casa, y yo iba casi todos los días, y a veces llevaba a mi sobrino para que jugara con Luc. Había tanta miseria en esa casa que mis visitas eran un consuelo en todo sentido, la compañía para Luc, el paquete de arenques o el pastel de damascos. Se acostumbraron a que yo me encargara de comprar los medicamentos, después que les hablé de una farmacia donde me hacían un descuento especial. Terminaron por admitirme como enfermero de Luc, y ya se imagina que en una casa como ésa, donde el médico entra y sale sin mayor interés, nadie se fija mucho si los síntomas finales coinciden del todo con el primer diagnóstico... ¿Por qué me mira así? ¿He dicho algo que no esté bien?
No, no había dicho nada que no estuviera bien, sobre todo a esa altura del vino. Muy al contrario, a menos de imaginar algo horrible la muerte del pobre Luc venía a demostrar que cualquiera dado a la imaginación puede empezar un fantaseo en un autobús 95 y terminarlo al lado de la cama donde se está muriendo calladamente un niño. Para tranquilizarlo, se lo dije. Se quedó mirando un rato el aire antes de volver a hablar.
—Bueno, como quiera. La verdad es que en esas semanas después del entierro sentí por primera vez algo que podía parecerse a la felicidad. Todavía iba cada tanto a visitar a la madre de Luc, le llevaba un paquete de bizcochos, pero poco me importaba ya de ella o de la casa, estaba como anegado por la certidumbre maravillosa de ser el primer mortal, de sentir que mi vida se seguía desgastando día tras día, vino tras vino, y que al final se acabaría en cualquier parte y a cualquier hora, repitiendo hasta lo último el destino de algún desconocido muerto vaya a saber dónde y cuándo, pero yo sí que estaría muerto de verdad, sin un Luc que entrara en la rueda para repetir estúpidamente una estúpida vida. Comprenda esa plenitud, viejo, envídieme tanta felicidad mientras duró.
Porque, al parecer, no había durado. El bistró y el vino barato lo probaban, y esos ojos donde brillaba una fiebre que no era del cuerpo. Y sin embargo había vivido algunos meses saboreando cada momento de su mediocridad cotidiana, de su fracaso conyugal, de su ruina a los cincuenta años, seguro de su mortalidad inalienable. Una tarde, cruzando el Luxemburgo, vio una flor.
—Estaba al borde de un cantero, una flor amarilla cualquiera. Me había detenido a encender un cigarrillo y me distraje mirándola. Fue un poco como si también la flor me mirara, esos contactos, a veces... Usted sabe, cualquiera los siente, eso que llaman la belleza. Justamente eso, la flor era bella, era una lindísima flor. Y yo estaba condenado, yo me iba a morir un día para siempre. La flor era hermosa, siempre habría flores para los hombres futuros. De golpe comprendí la nada, eso que había creído la paz, el término de la cadena. Yo me iba a morir y Luc ya estaba muerto, no habría nunca más una flor para alguien como nosotros, no habría nada, no habría absolutamente nada, y la nada era eso, que no hubiera nunca más una flor. El fósforo encendido me abrasó los dedos. En la plaza salté a un autobús que iba a cualquier lado y me puse absurdamente a mirar, a mirar todo lo que se veía en la calle y todo lo que había en el autobús. Cuando llegamos al término mino, bajé y subí a otro autobús que llevaba a los suburbios. Toda la tarde, hasta entrada la noche, subí y bajé de los autobuses pensando en la flor y en Luc, buscando entre los pasajeros a alguien que se pareciera a Luc, a alguien que se pareciera a mí o a Luc, a alguien que pudiera ser yo otra vez, a alguien a quien mirar sabiendo que era yo, y luego dejarlo irse sin decirle nada, casi protegiéndolo para que siguiera por su pobre vida estúpida, su imbécil vida fracasada hacia otra imbécil vida fracasada hacia otra imbécil vida fracasada hacia otra...
Pagué.
Contó que en un autobús de la línea 95 había visto a un chico de unos trece años, y que al rato de mirarlo descubrió que el chico se parecía mucho a él, por lo menos se parecía al recuerdo que guardaba de sí mismo a esa edad. Poco a poco fue admitiendo que se le parecía en todo, la cara y las manos, el mechón cayéndole en la frente, los ojos muy separados, y más aun en la timidez, la forma en que se refugiaba en una revista de historietas, el gesto de echarse el pelo hacia atrás, la torpeza irremediable de los movimientos. Se le parecía de tal manera que casi le dio risa, pero cuando el chico bajó en la rue de Rennes, él bajó también y dejó plantado a un amigo que lo esperaba en Montparnasse. Buscó un pretexto para hablar con el chico, le preguntó por una calle y oyó ya sin sorpresa una voz que era su voz de la infancia. El chico iba hacia esa calle, caminaron tímidamente juntos unas cuadras. A esa altura una especie de revelación cayó sobre él. Nada estaba explicado pero era algo que podía prescindir de explicación, que se volvía borroso o estúpido cuando se pretendía —como ahora— explicarlo.
Resumiendo, se las arregló para conocer la casa del chico, y con el prestigio que le daba un pasado de instructor de boy scouts se abrió paso hasta esa fortaleza de fortalezas, un hogar francés. Encontró una miseria decorosa y una madre avejentada, un tío jubilado, dos gatos. Después no le costó demasiado que un hermano suyo le confiara a su hijo que andaba por los catorce años, y los dos chicos se hicieron amigos. Empezó a ir todas las semanas a casa de Luc; la madre lo recibía con café recocido, hablaban de la guerra, de la ocupación, también de Luc. Lo que había empezado como una revelación se organizaba geométricamente, iba tomando ese perfil demostrativo que a la gente le gusta llamar fatalidad. Incluso era posible formularlo con las palabras de todos los días: Luc era otra vez él, no había mortalidad, éramos todos inmortales.
—Todos inmortales, viejo. Fíjese, nadie había podido comprobarlo y me toca a mí, en un 95. Un pequeño error en el mecanismo, un pliegue del tiempo, un avatar simultáneo en vez de consecutivo, Luc hubiera tenido que nacer después de mi muerte, y en cambio... Sin contar la fabulosa casualidad de encontrármelo en el autobús. Creo que ya se lo dije, fue una especie de seguridad total, sin palabras. Era eso y se acabó. Pero después empezaron las dudas, por que en esos casos uno se trata de imbécil o toma tranquilizantes. Y junto con las dudas, matándolas una por una, las demostraciones de que no estaba equivocado, de que no había razón para dudar. Lo que le voy a decir es lo que más risa les da a esos imbéciles, cuando a veces se me ocurre contarles. Luc no solamente era yo otra vez, sino que iba a ser como yo, como este pobre infeliz que le habla. No había más que verlo jugar, verlo caerse siempre mal, torciéndose un pie o sacándose una clavícula, esos sentimientos a flor de piel, ese rubor que le subía a la cara apenas se le preguntaba cualquier cosa. La madre, en cambio, cómo les gusta hablar, cómo le cuentan a uno cualquier cosa aunque el chico esté ahí muriéndose de vergüenza, las intimidades más increíbles, las anécdotas del primer diente, los dibujos de los ocho años, las enfermedades... La buena señora no sospechaba nada, claro, y el tío jugaba conmigo al ajedrez, yo era como de la familia, hasta les adelanté dinero para llegar a un fin de mes. No me costó ningún trabajo conocer el pasado de Luc, bastaba intercalar preguntas entre los temas que interesaban a los viejos: el reumatismo del tío, las maldades de la portera, la política. Así fui conociendo la infancia de Luc entre jaques al rey y reflexiones sobre el precio de la carne, y así la demostración se fue cumpliendo infalible. Pero entiéndame, mientras pedimos otra copa: Luc era yo, lo que yo había sido de niño, pero no se lo imagine como un calco. Más bien una figura análoga, comprende, es decir que a los siete años yo me había dislocado una muñeca y Luc la clavícula, y a los nueve habíamos tenido respectivamente el sarampión y la escarlatina, y además la historia intervenía, viejo, a mí el sarampión me había durado quince días mientras que a Luc lo habían curado en cuatro, los progresos de la medicina y cosas por el estilo. Todo era análogo y por eso, para ponerle un ejemplo al caso, bien podría suceder que el panadero de la esquina fuese un avatar de Napoleón, y él no lo sabe porque el orden no se ha alterado, porque no podrá encontrar se nunca con la verdad en un autobús; pero si de alguna manera llegara a darse cuenta de esa verdad, podría comprender que ha repetido y que está repitiendo a Napoleón, que pasar de lavaplatos a dueño de una buena panadería en Montparnasse es la misma figura que saltar de Córcega al trono de Francia, y que escarbando despacio en la historia de su vida encontraría los momentos que corresponden a la campaña de Egipto, al consulado y a Austerlitz, y hasta se daría cuenta de que algo le va a pasar con su panadería dentro de unos años, y que acabará en una Santa Helena que a lo mejor es una piecita en un sexto piso, pero también vencido, también rodeado por el agua de la soledad, también orgulloso de su panadería que fue como un vuelo de águilas. Usted se da cuenta, ¿no?.
Yo me daba cuenta, pero opiné que en la infancia todos tenemos enfermedades típicas a plazo fijo, y que casi todos nos rompemos alguna cosa jugando al fútbol.
—Ya sé, no le he hablado más que de las coincidencias visibles. Por ejemplo, que Luc se pareciera a mí no tenía importancia, aunque sí la tuvo para la revelación en el autobús. Lo verdaderamente importante eran las secuencias, y eso es difícil de explicar porque tocan al carácter, a recuerdos imprecisos, a fábulas de la infancia. En ese tiempo, quiero decir cuando tenía la edad de Luc, yo había pasado por una época amarga que empezó con una enfermedad interminable, después en plena convalecencia me fui a jugar con los amigos y me rompí un brazo, y apenas había salido de eso me enamoré de la hermana de un condiscípulo y sufrí como se sufre cuando se es incapaz de mirar en los ojos a una chica que se está burlando de uno. Luc se enfermó también, apenas convaleciente lo invitaron al circo y al bajar de las graderías resbaló y se dislocó un tobillo. Poco después su madre lo sorprendió una tarde llorando al lado de la ventana, con un pañuelito azul estrujado en la mano, un pañuelo que no era de la casa.
Como alguien tiene que hacer de contradictor en esta vida, dije que los amores infantiles son el complemento inevitable de los machucones y las pleuresías. Pero admití que lo del avión ya era otra cosa. Un avión con hélice a resorte, que él había traído para su cumpleaños.
—Cuando se lo di me acordé una vez más del Meccano que mi madre me había regalado a los catorce años, y de lo que me pasó. Pasó que estaba en el jardín, a pesar de que se venía una tormenta de verano y se oían ya los truenos, y me había puesto a armar una grúa sobre la mesa de la glorieta, cerca de la puerta de calle. Alguien me llamó desde la casa, y tuve que entrar un minuto. Cuando volví, la caja del Meccano había desaparecido y la puerta estaba abierta. Gritando desesperado corrí a la calle donde ya no se veía a nadie, y en ese mismo instante cayó un rayo en el chalet de enfrente. Todo eso ocurrió como en un solo acto, y yo lo estaba recordando mientras le daba el avión a Luc y él se quedaba mirándolo con la misma felicidad con que yo había mirado mi Meccano. La madre vino a traerme una taza de café, y cambiábamos las frases de siempre cuando oímos un grito. Luc había corrido a la ventana como si quisiera tirarse al vacío. Tenía la cara blanca y los ojos llenos de lágrimas, alcanzó a balbucear que el avión se había desviado en su vuelo, pasando exactamente por el hueco de la ventana entreabierta. «No se lo ve más, no se lo ve más», repetía llorando. Oímos gritar más abajo, el tío entró corriendo para anunciar que había un incendio en la casa de enfrente. ¿Comprende, ahora? Sí, mejor nos tomamos otra copa.
Después, como yo me callaba, el hombre dijo que había empezado a pensar solamente en Luc, en la suerte de Luc. Su madre lo destinaba a una escuela de artes y oficios, para que modestamente se abriera lo que ella llamaba su camino en la vida, pero ese camino ya estaba abierto y solamente él, que no hubiera podido hablar sin que lo tomaran por loco y lo separaran para siempre de Luc, podía decirle a la madre y al tío que todo era inútil, que cualquier cosa que hicieran el resultado sería el mismo, la humillación, la rutina lamentable, los años monótonos, los fracasos que van royendo la ropa y el alma, el refugio en una soledad resentida, en un bistró de barrio. Pero lo peor de todo no era el destino de Luc; lo peor era que Luc moriría a su vez y otro hombre repetiría la figura de Luc y su propia figura, hasta morir para que otro hombre entrara a su vez en la rueda. Luc ya casi no le importaba; de noche, su insomnio se proyectaba más allá hasta otro Luc, hasta otros que se llamarían Robert o Claude o Michel, una teoría al infinito de pobres diablos repitiendo la figura sin saberlo, convencidos de su libertad y su albedrío. El hombre tenía el vino triste, no había nada que hacerle.
—Ahora se ríen de mí cuando les digo que Luc murió unos meses después, son demasiado estúpidos para entender que... Sí, no se ponga usted también a mirarme con esos ojos. Murió unos meses después, empezó por una especie de bronquitis, así como a esa misma edad yo había tenido una infección hepática. A mí me internaron en el hospital, pero la madre de Luc se empeñó en cuidarlo en casa, y yo iba casi todos los días, y a veces llevaba a mi sobrino para que jugara con Luc. Había tanta miseria en esa casa que mis visitas eran un consuelo en todo sentido, la compañía para Luc, el paquete de arenques o el pastel de damascos. Se acostumbraron a que yo me encargara de comprar los medicamentos, después que les hablé de una farmacia donde me hacían un descuento especial. Terminaron por admitirme como enfermero de Luc, y ya se imagina que en una casa como ésa, donde el médico entra y sale sin mayor interés, nadie se fija mucho si los síntomas finales coinciden del todo con el primer diagnóstico... ¿Por qué me mira así? ¿He dicho algo que no esté bien?
No, no había dicho nada que no estuviera bien, sobre todo a esa altura del vino. Muy al contrario, a menos de imaginar algo horrible la muerte del pobre Luc venía a demostrar que cualquiera dado a la imaginación puede empezar un fantaseo en un autobús 95 y terminarlo al lado de la cama donde se está muriendo calladamente un niño. Para tranquilizarlo, se lo dije. Se quedó mirando un rato el aire antes de volver a hablar.
—Bueno, como quiera. La verdad es que en esas semanas después del entierro sentí por primera vez algo que podía parecerse a la felicidad. Todavía iba cada tanto a visitar a la madre de Luc, le llevaba un paquete de bizcochos, pero poco me importaba ya de ella o de la casa, estaba como anegado por la certidumbre maravillosa de ser el primer mortal, de sentir que mi vida se seguía desgastando día tras día, vino tras vino, y que al final se acabaría en cualquier parte y a cualquier hora, repitiendo hasta lo último el destino de algún desconocido muerto vaya a saber dónde y cuándo, pero yo sí que estaría muerto de verdad, sin un Luc que entrara en la rueda para repetir estúpidamente una estúpida vida. Comprenda esa plenitud, viejo, envídieme tanta felicidad mientras duró.
Porque, al parecer, no había durado. El bistró y el vino barato lo probaban, y esos ojos donde brillaba una fiebre que no era del cuerpo. Y sin embargo había vivido algunos meses saboreando cada momento de su mediocridad cotidiana, de su fracaso conyugal, de su ruina a los cincuenta años, seguro de su mortalidad inalienable. Una tarde, cruzando el Luxemburgo, vio una flor.
—Estaba al borde de un cantero, una flor amarilla cualquiera. Me había detenido a encender un cigarrillo y me distraje mirándola. Fue un poco como si también la flor me mirara, esos contactos, a veces... Usted sabe, cualquiera los siente, eso que llaman la belleza. Justamente eso, la flor era bella, era una lindísima flor. Y yo estaba condenado, yo me iba a morir un día para siempre. La flor era hermosa, siempre habría flores para los hombres futuros. De golpe comprendí la nada, eso que había creído la paz, el término de la cadena. Yo me iba a morir y Luc ya estaba muerto, no habría nunca más una flor para alguien como nosotros, no habría nada, no habría absolutamente nada, y la nada era eso, que no hubiera nunca más una flor. El fósforo encendido me abrasó los dedos. En la plaza salté a un autobús que iba a cualquier lado y me puse absurdamente a mirar, a mirar todo lo que se veía en la calle y todo lo que había en el autobús. Cuando llegamos al término mino, bajé y subí a otro autobús que llevaba a los suburbios. Toda la tarde, hasta entrada la noche, subí y bajé de los autobuses pensando en la flor y en Luc, buscando entre los pasajeros a alguien que se pareciera a Luc, a alguien que se pareciera a mí o a Luc, a alguien que pudiera ser yo otra vez, a alguien a quien mirar sabiendo que era yo, y luego dejarlo irse sin decirle nada, casi protegiéndolo para que siguiera por su pobre vida estúpida, su imbécil vida fracasada hacia otra imbécil vida fracasada hacia otra imbécil vida fracasada hacia otra...
Pagué.
miércoles, 3 de julio de 2013
Y hoy amanecí así, con ganas de escribir!
Hoy será el día en que no piense lo que pienso,
Hoy debe de ser un día en el que no hago lo que hago,
Debería de levantarme y salir corriendo,
Debería quizás no estar aquí,
Quería escribir algo interesante, pero después de las primeras cuatro lineas me arrepentí, es así como usted y yo perdemos el tiempo, usted por esperar de mi un verso especial, algo que no haya escuchado, algo original, por pensar que ésta mente mía podría producir una nueva moda de cómo escribir, tanto así que aún persiste en seguir leyendo...
Yo pierdo mi tiempo, extraña e inmediatamente por lo mismo que usted, ¿puede creerlo?, espero de mi lo que mismo que usted espera de mi, como dicen por ahi uno nunca termina de conocerse, trato de explorar la parte más oscura de mi mente, porque estoy completamente seguro de que no soy malo, estoy seguro que nomas se fue la luz, o la dejé ir en algún momento de mi vida, no le ha pasado amigo lector que va caminando por la calle y depronto observar la mas insignificante cosa, lo que usted nunca espero mirar, le recuerda algún remoto recuerdo, y que en la mayoría de los casos son hermosos recuerdo -oh si ven, uno arranca escribiendo incoherencias y se va encontrando con lo que quiere escribir-, ignoren esos guiones, quise darle sentido literario a ésto, pero como es mi blog y usted todavía me sigue en la lectura, lo considero valiente, habla con una parte de mi que yo desconozco pero que no desprecio, la quiero como si fuera yo mismo, sé que el día en que yo no esté el estará ahí para responderle con gallardía a éste mundo despiadado.
Y la vi en la mas clara, preciosa, encantadora, hermosa, sublime y llena de vida, la tan exorbitante piedra, ¿oiga no cambie el tema?, íbamos en que cuando miramos lo que no esperamos ver, veíamos en un recuerdo lo que vimos y que fue hermoso en su momento, y es que así escribe uno, es la verdad repetimos ver, veíamos, vi, visto, vio, no vio, si así es, lo que pasa es que uno a lo ultimo le da un poco de carpintería entonces le da sinónimos pero es lo mismo, me pregunto ¿porque es que uno se complica tanto?, una vez una amiga escribió: me quiero matar, así es, sin miseria, sin necesidad de adornos, tal vez si todos fueramos esenciales todo sería mas sencillo.
Una vez vi un peluche y la recordé, sí recordé aquello efímero <---- ¿Que significa eso?, ja!, me dio por escribirlo, rimaba y le daba un toque de misterio que dan ganas de seguir leyendo, pero no lo hago por eso, lo hago para que me den ganas de seguir escribiendo y es que ya llevamos varios párrafos usted y yo, usted valiente y yo cada vez menos cuerdo (Eso podría pensar usted), y es que yo escribí todo lo anterior para probarle, quería estar seguro de que estaba dispuesto a ser mas que un lector, a ser un amigo al que le puedo escribir con confianza y contarle lo que quiero contarle, algunos en el segundo párrafo habrán desistido, y la mayoría se habrán ido con lo de la efímero <---- ¿Aún no se que es?, ja!, bueno el peluche me la recordó, aquellas épocas, donde todo era simple, donde creías que con esa persona tenías todo, que el mundo jamás te tocaría.
No quiero que nos pongamos sentimentales, pero me ha llegado un sentimiento de desaliento, pero de cierta manera perder el tiempo es bueno, sin querer tuvimos un charla amena, ah por cierto la recordé a ella, y ella me recordó que debo de volver a la cordura, que ella fue un hermoso regalo de Dios, que pasaste horas y horas bajo la luz de la luna, que si se acaban las palabras cuando hablabas te inventabas unas cuantas mas para el diccionario, ¿nunca te paso?, calla!, yo se que si, a todos nos toca ese pedacito de vida, algunos en mayor proporción otras en menos proporción, y es que es preciso, es único, es un momento en el que aprendes de un ser humano sin necesidad de llamarlo papá o mamá, sin verlo en forma de libro ni de escritos, es construir ese concepto de amor, y empecé diciendo que no nos pusiéramos sentimentales, pero yo puedo sugerírselo, mas su mente ya lo ubicó, y me alegra al menos, así siento que no hablo sólo, que usted también habla en silencio, pero lo hace, lo comparte.
Mi objetivo era ése, que si a mi un peluche me recordó ese momento maravilloso, quería a usted ésta charla se lo recordara y si lo está viviendo gritarle! que lo disfrute al máximo, que enamorarse no es tan malo, que amar con profundidad y decisión es lo mas poderoso que tiene el ser humano y a la vez su mas grande debilidad, pero hay que hacerlo, hay que vivirlo, sonará pesimista, pero eso es efímero <--- Tramposo! Ya lo buscaste en google y sabes que es!. Pero es el efímero mas eterno que he conocido, lo pesimista no, el amor, y esa es la conclusión, me gustaría dejar ahí, noto que estás en un estado en el que ya no quieres seguir hablando conmigo, estás en un estado en el que quieres pensar, pues bien, lo entiendo, te deseo una buena reflexión, y sabrás soy buen conversador, tal vez la próxima vez sea tomando un buen café ja!, un buen y delicioso café.
miércoles, 26 de junio de 2013
"Tienen que encontrar eso que aman" - Steve Jobs
Frente a esos grandes e inesperados cambios en medio de nuestras vidas, les comparto...
Discurso que Steve Jobs, CEO de Apple Computer y de Pixar Animation Studios, dictó el 12 de
Junio de 2005 en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford.
“Tienen que encontrar eso que aman”
Me siento honrado de estar con ustedes hoy en su ceremonia de graduación en una de
las mejores universidades del mundo. Yo nunca me gradué de una universidad. La verdad
sea dicha, esto es lo más cerca que he estado de una graduación. Hoy deseo contarles tres
historias de mi vida. Eso es. No es gran cosa. Sólo tres historias.
La primera historia se trata de conectar los puntos:
Me retiré del Reed College después de los primeros 6 meses y seguí yendo de modo
intermitente otros 18 meses o más antes de renunciar de verdad. Entonces ¿por qué me
retiré?.
Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era joven, estudiante de
universidad graduada, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía
ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que
apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací,
decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres
que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche
preguntándoles: “Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?”. Ellos dijeron “Por supuesto”.
Posteriormente, mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado de
una universidad y que mi padre nunca se había graduado de la enseñanza media. Se negó a
firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde
cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.
Luego a los 17 años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una
universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera
fueron gastados en mí matrícula. Después de 6 meses yo no era capaz de apreciar el valor
de lo anterior. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera
en que la universidad me iba a ayudar a deducirlo. Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero
que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en
que todo iba a resultar bien. Fue bastante aterrador en ese momento, pero mirando haciaatrás fue una de las mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a
las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que
se veían interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de
amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y
caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche para conseguir
una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de
las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables
posteriormente. Les doy un ejemplo: en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor
instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones
estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Debido a que me había
retirado y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía
para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación de la cantidad de espacio
entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que
es. Fue hermoso, histórico, artísticamente sutil de una manera en que la ciencia no logra
capturar, y lo encontré fascinante.
Nada de esto tenía incluso una esperanza de aplicación práctica en mi vida. No obstante,
diez años después, cuando estaba diseñando la primera computadora Macintosh, todo tuvo
sentido para mí. Y todo lo diseñamos en la Mac. Fue la primera computadora con una bella
tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, la Mac nunca habría
tenido tipos múltiples o fuentes proporcionalmente espaciadas. Además, puesto que
Windows sólo copió la Mac, es probable que ninguna computadora personal la tendría. Si
nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y las
computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto era
imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin
embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.
Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden
conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de
alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo – su instinto, su
destino, su vida, su karma, lo que sea. Esta perspectiva nunca me ha decepcionado, y ha
hecho la diferencia en mi vida.
La segunda historia es sobre amor y pérdida:
Yo fui afortunado – descubrí lo que amaba hacer temprano en la vida. Woz y yo
comenzamos Apple en el garage de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en
10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garage, transformándose en una
compañía de US$2 mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado
nuestra más grandiosa creación – la Macintosh – un año antes y yo recién había cumplido
los 30. Y luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que
comenzaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era
muy talentoso para dirigir la compañía conmigo, los primeros años las cosas marcharon
bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos
un tropiezo. Cuando ocurrió, la Junta del Directorio lo respaldó a él. De ese modo a los 30
años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había
sido el centro de toda mi vida adulta, fue devastador.
Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a
la generación anterior de empresarios – que había dejado caer el testimonio cuando me lo
estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por
haberlo echado a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso
pensaba en alejarme del valle. No obstante, lentamente comencé a entender algo – Yo
todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un
milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y así decidí comenzar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero sucedió que ser despedido de Apple fue lo mejor
que podía haberme pasado. La pesadez de ser exitoso fue reemplazada por la liviandad de
ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de las
etapas más creativas de mi vida.
Durante los siguientes cinco años, comencé una compañía llamada NeXT, otra compañía llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por computadora, Toy Story, y ahora es el estudio de animación más exitoso a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que
desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple. Además, con
Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría
sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el
paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No
pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo
que hacía. Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como
para sus amores. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera desentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo. Y la única
forma de hacer un gran trabajo es amando lo que hacen. Si todavía no lo han encontrado,
sigan buscando. No se detengan. Al igual que con los asuntos del corazón, sabrán cuando lo
encuentren. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así
que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se detengan.
La tercera historia es sobre la muerte:
Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a “Si vives cada día como si
fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto”. A mí me impresionó y
desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me
pregunto: “Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de
hacer hoy?” Y cada vez que la respuesta ha sido “No” por varios días seguidos, sé que
necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he
encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo –
todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso –
todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es
realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para
evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna
razón para no seguir a su corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un scanner a las 7:30 de la
mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. Yo ni sabía lo que era el páncreas.
Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que
mis expectativas de vida no superarían los tres a seis meses. Mi doctor me aconsejó irme a
casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para la muerte.
Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años,
decirlo en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que
sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego al atardecer me hicieron una biopsia en que
introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos,
pincharon con una aguja mi páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba
sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el
microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy
rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien. Fue lo más cercano que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas
cuantas décadas más. Al haber vivido esa experiencia, puedo contarla con un poco más de
certeza que cuando la muerte era un útil pero puramente intelectual concepto:
Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar
allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como
debe ser porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el
agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo,
ustedes son lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos y
serán eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es muy cierto.
Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se
dejen atrapar por dogmas – es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras
personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencien su propia voz interior. Y
más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna
manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog,
que era una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand
no muy lejos de aquí en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a fines de los 60,
antes de las computadoras personales y de la edición mediante microcomputadoras, por lo
tanto, en su totalidad estaba editada usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras
polaroid. Era un tipo de Google en formato de edición económica, 35 años antes de que
apareciera Google: era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes
conceptos.
Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog, y luego
cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo
tenía la edad de ustedes. En la tapa trasera de la última edición, había una fotografía de una
carretera en el campo temprano en la mañana, similar a una en que estarían haciendo dedo
si fueran así de aventureros. Debajo de la foto decía: “Manténganse hambrientos.
Manténganse descabellados”. Fue su mensaje de despedida al finalizar. Manténganse
hambrientos. Manténganse descabellados. Siempre he deseado eso para mí. Y ahora,
cuando se gradúan para empezar de nuevo, es lo que deseo para ustedes.
Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados.
Muchas gracias.
domingo, 16 de junio de 2013
Y para ti ¿Cuando fue la primera vez que tuviste una experiencia con la Naturaleza?
Debo admitir que ésta no fue una pregunta que haya surgido en mi de forma natural, de hecho quienes estén leyendo ésto en su gran mayoría no lo han efectuado, pero de manera muy sencilla y sin necesidad de acudir a lenguajes "llamativos" espero compartirles la respuesta que di a una cuestión o tarea para ser honesto, que una profesora me puso en una materia poco reconocida dentro de mi Universidad.
Pues bien, cuando trato de recordar mi primera experiencia con la
Naturaleza, mi mente siempre me lleva tiempo atrás (unos 5 o 7 años tendría)
junto con mi padre, él siempre me llevaba a trotar, vivíamos en Buga, y en esa
ciudad hay un lugar que se llama el “derrumbado”, su nombre es ese, debido a
una batalla que formaría un camino para subir montañas. Curioso no que una batalla terminara siendo uno de los centros deportivos a los cuales acuden los bugueños en su mayoría.
Mi padre en aquella época me llevaba todos los fines de semana y cuando me cansaba me subía
a sus hombros y me llevaba a “tun tun”
como se le dice vulgarmente, en sus hombros podría apreciar el cielo, respirar
el aire fresco, podía ver las aves y mariposas que volaban, claro que podía
observar todas estas cosas, ya que, no tenía que preocuparme de caminar, ni de
pensar a donde iba a llegar, quizás la preocupación de caer o de no correr lo suficientemente rápido era un estorbo para apreciar todas éstas cosas.
Siempre que subíamos la montaña, bajamos al río, allí conocí
la arena y uno que otro pez raro, tanto así, que fue la primera vez que veía un
cangrejo y uno que siempre pensaba gracias a la película de la sirenita, que
los cangrejos solo estaban en el mar, entendí que los animales siempre están
ahí, lo que pasa es que falta tiempo para detenerse y detallar lo que nos
rodea.
Luego miraba filas interminables de hormigas llevando hojas,
le preguntaba a mi papa ¿Por qué lo hacían?, me explicaba de su organización y
de porque cargaban esas “cositas verdes” como les decía de pequeño.
Cuando recorríamos la montaña, encontrábamos arboles de
guayaba, de mandarina, de naranja, y siempre que bajábamos teníamos bolsas llenas
de fruta. Me di cuenta que en este lugar había aprendido demasiadas cosas,
reír, llorar, caminar, correr, saltar, observar, nadar y lo más importante el
trabajo en equipo, ya que de pequeño siempre me quedaba cansado y mi padre me
ayudaba, cosa que cambió cuando crecí, era yo quien debía ayudarle a subir.
Los que se hayan tomado el tiempo de leer, les agradezco, mi objetivo al compartirlo fue en primera medida para que ustedes recordaran su primera experiencia con la Naturaleza (Y claro que si, les permito sonreír ), pero creo que en aras de un mejor mundo, terminaré como empecé, con una pregunta: ¿Cual será tu última experiencia con la Naturaleza?.
Rodrigo Domínguez - rodrigodominguezq@gmail.com - @rodrijdominguez
jueves, 13 de junio de 2013
Gran Fragmento de Charles Chaplin
Ya perdoné errores casi imperdonables.
Trate de sustituir personas insustituibles,
de olvidar personas inolvidables.
Ya hice cosas por impulso.
Ya me decepcioné con algunas personas ,
mas también yo decepcioné a alguien
Ya abracé para proteger .
Ya me reí cuando no podía .
Ya hice amigos eternos.
Ya amé y fui amado pero también fui rechazado.
Ya fui amado y no supe amar.
Ya grité y salté de felicidad.
Ya viví de amor e hice juramentos eternos,
pero también los he roto y muchos.
Ya lloré escuchando música y viendo fotos .
Ya llamé sólo para escuchar una voz .
Ya me enamoré por una sonrisa.
Ya pensé que iba a morir de tanta nostalgia y ...
Tuve miedo de perder a alguien especial
(y termine perdiéndolo) ¡¡
pero sobreviví !!
Y todavía vivo !!
No paso por la vida.
Y tú tampoco deberías sólo pasar ...
VIVE!!!
Bueno es ir a la lucha con determinación
abrazar la vida y vivir con pasión.
Perder con clase y vencer con osadía,
por que el mundo pertenece a quien se atreve
y la vida es mucho más para ser insignificante.
Charles Chaplin
lunes, 3 de junio de 2013
Fragmento de “Un Mundo Feliz” (1932), de Aldous Huxley.
“… Me interesa la verdad. Amo la ciencia. Pero la verdad es una amenaza, y la ciencia un peligro público.
Tan peligroso como benéfico ha sido. Nos ha proporcionado el equilibrio más estable de la historia. El equilibrio de China fue ridículamente inseguro en comparación con el nuestro; ni siquiera el de los antiguos matriarcados fue tan firme como el nuestro. Gracias, repito, a la ciencia. Pero no podemos permitir que la ciencia destruya su propia obra. Por esto limitamos tan escrupulosamente el alcance de sus investigaciones; por esto estuve a punto de ser enviado a una isla. Sólo le permitimos tratar de los problemas más inmediatos del momento. Todas las demás investigaciones son condenadas a morir en ciernes. Es curioso -prosiguió tras breve pausa- leer lo que la gente que vivía en los tiempos de Nuestro Ford escribía acerca del progreso científico. Al parecer, creían que se podía permitir que siguiera desarrollándose indefinidamente, sin tener en cuenta nada más.
El conocimiento era el bien supremo, la verdad el máximo valor; todo lo demás era secundario y subordinado. Cierto que las ideas ya empezaban a cambiar aún entonces. Nuestro Ford mismo hizo mucho por trasladar el énfasis de la verdad y la belleza a la comodidad y la felicidad. La producción en masa exigía este cambio fundamental de ideas. La felicidad universal mantiene en marcha constante las ruedas, los engranajes; la verdad y la belleza, no. Y, desde luego, siempre que las masas alcanzaban el poder político, lo que importaba era más la felicidad que la verdad y la belleza. A pesar de todo, todavía se permitía la investigación científica sin restricciones. La gente seguía hablando de la verdad y la belleza como si fueran los bienes supremos. Hasta que llegó la Guerra de los Nueve Años. Esto les hizo cambiar de estribillo. ¿De qué sirven la verdad, la belleza o el conocimiento cuando las bombas de ántrax llueven del cielo? Después de la Guerra de los Nueve Años se empezó a poner coto a la ciencia. A la sazón, la gente ya estaba dispuesta hasta a que pusieran coto y regularan sus apetitos. Cualquier cosa con tal de tener paz. Y desde entonces no ha cesado el control. La verdad ha salido perjudicada, desde luego. Pero no la felicidad. Las cosas hay que pagarlas. La felicidad tenía su precio. Y usted tendrá que pagarlo, Mr. Watson; tendrá que pagar porque le interesaba demasiado la belleza. A mí me interesaba demasiado la verdad; y tuve que pagar también. …”
Keynes - Deber del economista
“El economista debe poseer una rara combinación de dones.
Debe alcanzar un elevado estándar en diferentes direcciones y debe combinar talentos que a menudo no se encuentran juntos.
Debe ser, en cierta medida, matemático, historiador, estadista y filósofo.
Debe entender símbolos y hablar con palabras.
Debe contemplar lo particular a la luz de lo general, y tocar lo abstracto y lo concreto en el mismo vuelo de su pensamiento.
Debe estudiar el presente a la luz del pasado para los propósitos del futuro. Ninguna parte de la naturaleza humana o sus instituciones debe estar completamente fuera de su consideración”.
John Maynard Keynes.
miércoles, 29 de mayo de 2013
DECISIONES DE UNA SITUACIÓN INESPERADA
DECISIONES DE UNA SITUACIÓN INESPERADA
“De pronto
mi mirada se torna borrosa, mis ojos dan la sensación de caerse al piso, mi
estómago quiere expulsar lo que no he comido, solo volteo mi mirada hacia la
puerta, en donde se encuentra ella, solo Sandra conoce la noticia, mi mareo
aumenta, aunque debo de aceptar que en el pasado no hubiese importado, no puedo
negar que esto ya me había pasado antes”.
Así empieza
su historia Felipe Santana, que aún careciendo de cosas extraordinarias, no es
más que una simple melodía cotidiana, que puede suceder a cualquiera, si es que
no le ha pasado; lo único que sé, es que si a mí me ha dejado una gran
enseñanza, tal vez usted, amigo lector,
pueda sacarle más jugo del que yo ya le he podido exprimir.
Felipe
nació alrededor de los años 80 en la ciudad de Guadalajara de Buga, más
conocida como la ciudad señora, un municipio pequeño, pero lleno de vida, pues
así lo describe Felipe, cuando sus padres lo tuvieron, aun se encontraban
estudiando, por lo que la actividad financiera no era muy alta, pero esto fue
mejorando, y también la familia aumentando, pues sus dos hermanos menores
llegaron. Felipe estudió su primaria en la Escuelita La Aventura y su
secundaria en la Institución Educativa Académico, ambas en Buga. Quería estudiar
muchas cosas, pero terminó estudiando Ingeniería Electrónica en la Universidad
del Valle, donde tras luchar sin éxito, y entender que a veces la vida golpea
tan fuerte demostrando en muchas ocasiones que las oportunidades son pocas,
salió de su carrera, sin embargo decidió seguir sus estudios, pero ahora en Sociología,
donde sin más remedio conoció a una mujer, quien en un principio no le
cautivaba, pero tras un buen tiempo iba a ser parte importante de su vida, pues
gracias a ella comprendió grandes cosas de la vida, que se aprenden en muy
pequeños instantes del camino que se recorre.
“Yo venía
de una carrera superior, ahora estaba en una inferior, tal vez, por eso siempre estaba solo... no hablaba con nadie,
solo con los de mi antigua carrera y amigos que había dejado en mi ciudad natal,
además todos los profesores eran nuevos para mi, y lo más doloroso había
perdido el apoyo de mi padre”.
Eso dice
Felipe, describiendo su comienzo en una nueva etapa en una nueva carrera que
estaba descubriendo. Felipe es un hombre alto, con miradas muy fugaces, a veces
viene la tristeza, luego la alegría, tiene cabellera negra, y siempre anda con
un pequeño morral en su espalda, cuándo empieza a caminar de manera graciosa es
porque va a comentar cualquier ocurrencia que viene a su mente, le llama la
atención la mayoría de las mujeres, tal vez, porque de ir de noviazgo en
noviazgo, Felipe a aprendido a mirar por dentro de cada dama, constantemente
dice: Esa niña es mi nueva traga. También es sencillo, no le importa decir lo
que piensa, dice que abrirse con las personas es la muestra más grande de sinceridad
que puede haber, pues repite muchas veces “que el que nada debe, nada teme”.
Sandra Martínez
es una mujer ni muy baja ni muy alta, tiene una sonrisa maravillosa, aparenta
ser una joven muy tímida, pero lo único que espera es poder conocer bien a las personas,
para así poder dar libertad a las palabras que guardan su corazón, se le puede
decir casi cualquier cosa y sin dudar sonreirá por cada palabra que digas, si
le caes bien no lo pensara dos veces antes de darte un abrazo, pero como todo
ser humano guarda secretos en lo más profundo del alma. Felipe la describe como
“una niña con un gran corazón, sin malas intenciones, pero la vida le ha hecho
tomar grandes decisiones, buenas o malas, pero al fin decisiones”.
Cuando
Felipe comienza en Sociología, en la misma situación estaba Sandra, la única
diferencia era que ella venia de terminar el colegio y el de otra carrera e
indudablemente dos personas que gustaban la soledad acabaron siendo grandes
amigos, amistad que luego fue tomando muchos derechos, tanto así que no se
hicieron esperar los deberes.
“Recuerdo
que andar con Sandra era muy chévere, bacanisimo, de hecho todo lo hacíamos
juntos, y pues allí paso lo que tenía que pasar; Sandra se me declaro un día y
yo dije que sí, que elegante”.
Comenta
Felipe, cuándo se le pregunta cómo se hizo novio de Sandra, no hubo necesidad
de romanticismos, ni de flores, ni de citas, parece que la amistad hizo el
trabajo que correspondía al amor, entendiendo amor claro está, como la sencilla
unión de sentimientos.
“Éramos,
creo yo, la relación más bonita de la facultad, porque éramos novios y nos
tratábamos como amigos, recochandonos cada rato, y pues obviamente uno que otro
beso, así de sencillo, muy chévere”.
A leguas se
notaba que Felipe era feliz con Sandra, pero hay factores que no se pueden
controlar, y en este caso las ganas no se hicieron esperar, acostarse ya no era
prohibido, pero el sexo irresponsable fue culpable de una de las situaciones
duras, que Felipe tuvo que vivir.
“Las cosas
con Sandra no estaban bien, en una ocasión me había comentado que ella tenía
sentimientos por otras mujeres, y eso para mí era aparentemente el sueño de
todo hombre, pues claro, un trío no sonaba nada mal, pero entendí que esas
cosas eran pequeñeces comparado con lo que debía enfrentar, Sandra estaba muy
diferente, no notaba la sonrisa que me fascinaba de ella, hasta que una tarde
en la que estábamos a solas se acerco a mí, y me dijo que necesitaba hablar
conmigo, ahí entendí que había problemas, Sandra me dijo que ella sentía que
estaba embarazada, yo pensé en medio de mi, que eso no era nada del otro mundo,
dije entre mí que me haría cargo, que asumiría mi responsabilidad, y viéndola a
ella me di cuenta de que no pensaba igual que yo, tal vez para ella era más que
un simple hijo, en realidad no lo quería, así que, lo primero que hice fue
comprar la prueba de embarazo, nos dirigimos a mi casa, pues yo vivía solo y
ella entro al baño, yo afuera estaba sentado esperando, de pronto empecé a
imaginarme de mi vida como padre, luego en que dirían mis papas, ¿cómo lo tomarían?,
después, todas las preocupaciones del mundo caían sobre mí, sudaba, mis manos
empezaron a temblar, mi respiración cada vez mas aumentaba, daba grandes
inhalaciones pero rápidas, tambaleaba mi cuerpo de arriba a abajo, esos fueron
los peores quince minutos de mi existencia, cuando pensaba que me iba a
desmayar Sandra abrió la puerta, cabizbaja, muy aburrida, alzo su mirada solo
para concentrarse en mis ojos y decirme: estoy embarazada ¿qué vamos a hacer?.
Como
describir lo indescriptible, como hacer para que alguien entienda ese punto en
el que estás vivo y sudas totalmente frio, que tus ojos se mojan y no son
lagrimas, en ese momento dije las palabras de las cuales me arrepiento, porque,
por ellas muchas noches me sentí culpable de lo que paso a partir del momento
en que las pronuncie, sabía que Sandra no quería tener un bebe y me aproveche
de eso y solamente hice como Pilatos, me lave las manos, le dije a Sandra que si
no lo quería tener yo la apoyaba, que la decisión que ella tomara sería la
mejor para los dos, prácticamente le di ánimos, fue así como Sandra Martínez
aborto a quien pudo ser mi primogénito y no fue, no sé si por mi cobardía, no sé
si por mi inmadurez, el hecho es que después de eso yo seguía tranquilo, como si
no hubiera pasado nada, la verdad fui muy insensible en ese momento, tal vez
debía de vivir una experiencia aun mayor para entender la complejidad de lo que
había hecho.
Sandra y yo
lo superamos por así decirlo, y seguimos tranquilos, aparentemente, yo por
dentro sentía que todo había cambiado, mis sentimientos estaban cambiando, ya
me preocupaba lo de Sandra con respecto a otras mujeres, por primera vez en mi
vida pensaba en Dios, toda mi vida fui ateo, no creía en nada, pero tener a
Dios en mi mente, me ayudaba a darme fuerzas para hacer lo que debía de
hacer... y no hice, y otra vez los problemas no se hicieron esperar, estaba
sentado repasando mis notas de clase, y Sandra vino a mi mirándome a los ojos y
lo sabía, sabía que de nuevo había problemas, me miro y dijo que sentía que
estaba embarazada, yo nomas decía entre mi, otra vez¡¡, pero ya no pensaba como
antes, de hecho lo de antes estaba resonando mi error, ya me sentía mal por lo
ocurrido, nuevamente fuimos a mi casa, y de pronto mi mirada se torna borrosa,
mis ojos dan la sensación de caerse al piso, mi estomago quiere expulsar lo que
no he comido, solo volteo mi mirada hacia la puerta, en donde se encuentra
ella, solo Sandra conoce la noticia, mi mareo aumenta, aunque debo de aceptar
que en el pasado no hubiese importado, no puedo negar que esto ya me había
pasado antes, y fue la primera vez que creí en Dios, ¿por qué?, sencillamente
era la primera vez que hablaba o me dirigía a Él, algunos lo llaman orar, y
recuerdo muy bien lo que pedí a Dios esa tarde, que si Él no permitía que
Sandra estuviera embarazada yo terminaría con ella, le decía que Él era el
único que me podía ayudar, y fue así, Sandra salió del baño, y me dijo que no
estaba en embarazo que solo había sido un simple retraso, yo mire al cielo y
dije gracias, y no dejaba de imaginar, que algo en lo que no había creído
nunca, había sido lo único que me haya podido ayudar, lo que sucedió después se
supone era simple y terminó siendo lo más duro, terminar con la mujer a quien
yo había querido tanto y aunque no me crean, era la mujer con quien yo hubiera querido
pasar el resto de mis días, pero hay cosas en la vida, que uno no puede
controlar, que se salen de nuestras manos, así sintamos que las tenemos
aprisionadas, hay cosas en la vida difíciles de entender.
Cuándo más
decidido me sentía para terminar con Sandra, nunca lo hacía y pues no tomé muy
en serio lo que había pedido a Dios en ese momento, decía: nunca he creído,
seguramente fue un chiripazo lo que me pasó, el hecho es cuidarse y seguir
adelante con Sandra.
Mi padre
era un hombre responsable. Trabajaba llevando la contabilidad de la empresa en
la que laboraba, daba lo mejor de sí para sus hijos, entre los cuales estaba yo.
Éramos una familia muy unida, siempre estábamos de paseo pues mi papá sabia que
eso nos ponía contentos. Una tarde mi papá salía temprano de trabajar –dice
Felipe con lágrimas en sus ojos-, estaba arreglando sus papeles y dos hombres
vestidos totalmente de negro, impactaron entre los dos 10 balas a mi padre, ¿por
qué?, es la pregunta que todos los que le conocimos nos hemos hecho desde aquel
acontecimiento. Cuando llegó la noticia, sentí que cada miembro de mi cuerpo se
caía, puedo asegurar completamente que no sentía nada, solo lloraba y lloraba
por montones, porque muy dentro de mi corazón me sentía culpable. Tal vez, así
como yo había decidido que ese niño no naciera y no hice más de lo que pude
haber hecho. De igual modo había alguien en el mundo que había decidido que mi
padre no viviera más. Debo admitir que esa fue la experiencia más real que he
vivido con Dios. Entendí que Él manejaba asuntos diferentes con distintas
personas, y que yo había hecho algo erróneo, quizá, como yo le arrebate a Él un
hermoso hijo o hija, Él me estaba arrebatando un hermoso padre.
Cuando
sucedió todo eso, el amor y cualquier otro sentimiento parecido al que sentía
por Sandra habían desaparecido, entendí para mí que debía de cumplir con mi
palabra, y así lo hice, le conté toda la verdad a Sandra y mis intenciones, sin
más acabé con la relación.
Hoy en día
me siento mucho mejor, de alguna manera he olvidado todo lo ocurrido, y pues lo
mejor, es que soy uno de los mejores amigos de Sandra. Aquella experiencia increíble se convertiría en madurez. De
hecho, accedí a contar esta mi historia, porque no deseo que nadie pase por lo
que yo pase y sobre todo para que crean que hay un Dios que quiere lo mejor
para cada uno, así, nosotros no cumplamos nuestra parte, y pues nada, seguir
para adelante frente a cada situación dura. Sandra sigue igual, con su gran
corazón, y aunque a veces noto que ella siente cosas por mi todavía, ella y yo
entendemos que esta situación inesperada nos llevo a una decisión concertada y
creo yo correcta. Solo espero que cada joven viva su vida con calma, y sobretodo
que aprendan de los errores y/o experiencias de los demás y en este extremo caso,
de la mía”.
Y así concluye Felipe Santana, quien al ser entrevistado presentó muchos estados de ánimo pero terminó con una sonrisa en su rostro. Por solicitud del entrevistado cambié su nombre, luego toda la historia es real y en sus palabras para no perder la apreciación personal de sus decisiones en una situación inesperada.
Escrito
por: Rodrigo Domínguez (Estudiante de Economía de la Universidad del Valle. @rodrijdominguez)
Revisado y
corregido por: Harold Kremer (Director Taller de Escritura en Universidad del Valle, ICESI y Libre.) Vean más de este gran escritor y profesor (en mi caso) aquí: http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index.php?option=com_content&task=view&id=772&Itemid=5
Los comienzos de la Edad Moderna. En El nacimiento de mundo occidental. Una historia nueva historia económica (900-1700), de Douglass C. North y Robert Paul Thomas.
"A nuestros compañeros de Economía, quienes en su materia de Historia Económica General lo necesitasen".
RODRIGO DOMINGUEZ @rodrijdominguez
STEVEN RIASCOS @steverihaskoz
INFORME DE LECTURA
Los comienzos de la Edad Moderna. En El nacimiento de mundo occidental. Una historia nueva
historia económica (900-1700), de Douglass C. North y Robert Paul Thomas.
SÍNTESIS
De acuerdo con la
teoría Marxista, el feudalismo fue sustituido por el capitalismo; el problema
radica en que en Europa Occidental el feudalismo se extinguió hacia 1500, pero
el capitalismo como lo conocemos hoy en día nace dos siglos después. Es por eso
que el autor se enfoca en explicar la etapa conocida como capitalismo naciente
o comercial, para entender los distintos fenómenos o acontecimientos
(Revolución de los precios, revolución comercial, la reforma, renacimiento,
viajes de descubrimiento, colonización del Nuevo Mundo, aparición de
Estado-Nación como organización predominante en Europa) que dieron origen a la
organización económica que sufrió Europa en los siglos XVI y XVII.
Entre los
acontecimientos más importantes el autor destaca los siguientes:
1. 1 A finales del siglo XV, la población
de Europa comenzó a recuperarse de los frenos malthusianos, que surgieron en el
siglo XIV pero que cambiaron drásticamente durante el siglo XVI y XVII, por el
hecho de que presenció una expansión demográfica sostenida en toda Europa
Occidental, si bien en el siglo XVI se caracterizó por un incremento general de
la población, fue una tendencia que dio un giro considerable durante el siglo
XVII.
2. 2 Las poblaciones de Las Provincias
Unidas Holandesas, Inglaterra y Gales siguieron creciendo, las de Italia y
Francia se estancaron, mientras que la de los Países Bajos españoles, Alemania,
España y tal vez Portugal disminuyeron. Alemania fue asolada por la guerra de
los 30 años, la disentería, el tifus, la viruela, la peste y el hambre, hasta
el punto de que se estima que perdió el 40% de su población, España y Portugal
sufrieron tales reveses debido al hambre y la peste, y se estima que perdieron
una cuarta parte de su población en tan solo un siglo. La despoblación más intensa
tuvo lugar en los medios rurales, los centros urbanos se vieron muy poco
afectados, por lo que más adelante el autor asociará este fenómeno a las
condiciones en las que se da la organización económica.
3 El aumento general del nivel de
precios durante el siglo XVI era universal. El precio de los productos
agrícolas aumentaron en relación con los productos manufacturados, y las rentas
sacadas de la tierra aumentaron más rápidamente que los salarios. Los salarios
reales de la mano de obra disminuyeron de manera significativa. El comercio
florecía y en suma, el balance general muestra la disminución de la
productividad en la agricultura, la productividad constante en la fabricación y
el aumento de la productividad en el sector de las transacciones del mercado.
Por desgracia, las ganancias de eficiencia no fueron capaces de compensar la
disminución de la productividad y el siglo XVII sufrió los frenos malthusianos
de plagas y hambrunas. Algunos países como Inglaterra salieron relativamente
ilesos, mientras que otros como España fueron diezmados. La eficiencia de la
organización económica jugó un papel importante en la determinación de la
eficacia de los frenos malthusianos. A diferencia del siglo XIV, cuando todas
las economías se habían organizado uniformemente, por el siglo XVII, las
instituciones y los derechos de propiedad en las economías emergentes Estado-Nación
habían estado tomando caminos divergentes para 100 o 200 años.
IDEA CENTRAL DEL TEXTO
“En el comienzo
del siglo XVII los cambios demográficos no eran ya sino uno de los diversos
factores que incidían en el crecimiento económico. La aparición y naturaleza de
cada una de las naciones-Estado y el alcance y eficacia de su mercado
adquirieron una importancia trascendental como factores codeterminantes. Las
naciones de Europa Occidental eran ambivalentes en sus relaciones mutuas
estaban unidas por la esperanza de obtener ganancias a través de los
intercambios, pero divididas por la ambición de dominio entre cada una de
ellas”.
TIPO DE FUENTE
El tipo de fuentes
que predominan son fuentes secundarias, debido a que el autor se basa en los
trabajos de Slicher Van Bath, Phelps-Brown y Hopkins, entre otros, además
constantemente los menciona en el pie de página de cada gráfica o argumento a
sustentar.
ESPÍRITU DEL TEXTO
El espíritu del
texto es geométrico, ya que el autor se respalda en gráficas y argumentos estadísticos para
describir una sola variable que es el crecimiento económico en el comienzo de
la Edad Moderna.
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