viernes, 15 de agosto de 2014

Los primeros amores - Primera historia

A partir de este momento empezaré a contar apartes de la historia de un hombre que conocí, yo espero les guste y sepan apreciar las cosas simples, considero que hemos dejado de creer en las cosas sencillas por ir en la búsqueda desmesurada de cosas grandes, épicas, de cosas que enorgullezcan más a los de tu alrededor que a ti mismo, todo para terminar diciendo yo no desee esto y en la mayoría de los casos a nuestro paso vamos hiriendo a personas, irónico o no, son las personas que más queremos, es decir, que también se termina diciendo yo no deseaba esto para nosotros.

- Que no debes enfocarte en las cosas materiales me decían, que mentira más grande es esta, generalmente esto te lo sugiere una persona cuando te lleva en su carro, te lo aconseja aquel que nunca ha tenido que ver a sus padres llorar de angustia por no tener como pagar un arriendo, ni nunca haberles visto sentirse decepcionados por no tener que dar de comer a sus hijos, te lo recomienda al que le va bien en su trabajo debido a que hizo una buena universidad llena de triunfos, que por estudiar en colegio privado y tener mejor educación no ha tenido que padecer sino el reto de superarse así mismo, porque así la vida se lo permitió, porque así la vida lo recompensó; no por pasar tristezas al verse humillado por el tipo de persona que acabo describir, que no solo lucha contra si mismo, sino contra el peso del que por condiciones de vida esta por encima de el, porque nacer aunque debiste haber muerto siendo recién nacido te va marcando y te va arrebatando cosas...

Así empieza su relato, su mirada se pierde a medida que habla, y su tono se pierde, como si ya antes se hubiese contado la historia así mismo cantidades de veces, contarme esto lo relaja, lo libera, o al menos eso es lo que yo veo en el, porque el siente que a pesar de ciertos límites en su vida lo ha hecho bien, ha hecho lo que pudo, y entiende y a la vez no comprende que hay personas peores que el, le sirve de consuelo y desearía que no fuera así. 

- Que cosas locas tiene esta vida no ! Cuando uno va reuniendo lo que ha vivido, se da cuenta que casi el 90 % de la vida está llena de vainas tristes, de cosas que no te gustan, que desprecias, y no ! No quiero escuchar que eso es necesario, me da rabia, impotencia, no debería ser así, pero bueno, por donde puedo empezar, mi padre es profesional, mi mamá también, su profesión, su titulo lleva mi nombre, su especialización, su maestría y doctorado también, sacrificó todo por mi. Mi papá también a su modo, a su ritmo, lo intentó, lo intenta, y lo intentará, al menos hasta que yo decida intentarlo también, crecí en un pueblo, donde no suceden grandes acontecimientos, donde un accidente causa gran revuelo, el chisme llega a todos lados, los amigos son pocos, pero muchos al ser un pueblo.

- Me ibas a hablar de ella, o de ellas jaja, me han dicho que te ha ido bien en el amor.

- No, rotundamente no, cuando un hombre habla de muchas mujeres no pudo haber tenido éxito ! Yo envidio a esos que conocieron a una mujer en primaria, se hicieron novios en secundaria, se comprometieron en la universidad y se casaron cuando se graduaron, los envidio básicamente porque realmente si pudieron conocerse, pudieron soñar juntos, pudieron vivir juntos, me entiendes, si pueden decir con su boca llena que vivieron realmente juntos, que lo hicieron todo juntos, que planearon, que se enfocaron no solo para vivir su vida sino pensando en la otra vida, del ser que está a su lado, que bonito, que envidia. Sonará tanto pero mi primer gran amor fue en primero de primaria jaja, de verdad que si, no se me ria, si quiere le saco las fotos !

- Yo te creo, pero para decir que fue tu primer amor, es porque algún recuerdo en especial tendrás...

- Si, pero era un amor de primero de primaria, no te puedes esperar besos y gestos apasionados, ella tenía una melliza, las peinaban igual, las vestían igual, parecían muñequitas, ella era mi pareja en todo, para hacer dibujitos, cositas en plastilina, y lo que más nos gustaba eran las danzas, si siempre fui buen bailarín, digo que fue mi primer amor porque es así de especial y sencillo no ves, compartimos grandes momentos para empezar nuestras vidas, no había necesidad de citas, ni prejuicios, era simplemente hacer, y no había manchas ni celos, por ahí me dio un besito y todo, y en las fotos siempre salía dandome besos en la mejilla, no recuerdo el nombre, tengo mis notas y el listado de clase, podría buscarla pero no quiero, prefiero tenerla así como un buen recuerdo, grato recuerdo.

- Interesante...

- Jaja ya te dije que si querías te traía fotos ! Pero así empezamos y creo que bien.

Yo también y seguro que ustedes también.

viernes, 10 de enero de 2014

Ella y yo, yo y ella.


Les comparto un pequeño poema que he decido escribir. Espero les guste, me sentiría plenamente agradecido.


Ella y yo, yo y ella.

Aún podía ver en ella,
si, aún sus ojos no habían desarrollado la forma de ocultarse,
la transparencia, la tranquilidad,
que de inmediato me llevaron a sonrojarme.

A pesar del tiempo, 
a pesar de las heridas, ella era feliz,
y yo también viéndola sonreír a cada momento
sin que ella tuviera del pasado alguna cicatriz.

Ella hablaba, yo disimulaba escucharla,
ella veía al horizonte,
yo me perdía en sus ojos ! Cómo no amarla ¡
así tan fresca, completa sin ningún recorte.

Yo recordando, ella desvaneciéndose,
yo olvidando, ella apareciéndose,
yo amando, ella amándome,
yo dejándola y ella dejándome.

Rodrigo Domínguez
@rodrijdominguez


El matrimonio no es para ti.



Esta lectura me ha gustado mucho, hay un toque de posibilidad de poner en práctica para todos y todas, espero les guste, algunos lo habrán leído ya y se que no les importará leerlo una vez más.


Después de haber estado casado solamente por un año y medio, he llegado a la conclusión de que el matrimonio no es para mí. Por favor, antes de empezar a hacer suposiciones o pasar juicio a este artículo, sigue leyendo.

Conocí a mi esposa en la escuela secundaria cuando teníamos 15 años. Fuimos amigos durante diez años, hasta que decidimos que ya no queríamos ser sólo amigos. Recomiendo ampliamente que los mejores amigos se enamoren. Vendrán muchos buenos ratos de una relación así.

Sin embargo, enamorarme de mi mejor amiga no impidió que tuviera ciertos temores y ansiedades sobre el matrimonio. Entre más se acercaba el momento de decidir si nos deberíamos casar, más me llenaba de un miedo paralizante. ¿Estaba preparado? ¿Estaba tomando la decisión correcta? ¿Era Kim la persona más adecuada para tomar como esposa? ¿Podría ella hacerme feliz?

Entonces, en una noche que cambió mi destino, le conté estos pensamientos y preocupaciones a mi papá. Cada uno de nosotros tenemos momentos en nuestras vidas en que sentimos como si el tiempo se detuviera y todo a nuestro alrededor se acomodara perfectamente para marcar ese suceso especial que nunca olvidaremos.
Cuando mi padre respondió a mis inquietudes, fue uno de esos momentos para mí. Con una sonrisa en su rostro, dijo: "Seth, estás siendo totalmente egoísta. Así que voy a hacer esto realmente simple: el matrimonio no es para ti. No te casas para que te hagan feliz, te casas para hacer feliz a alguien más. Más que eso, tu matrimonio no es para ti, te casas para beneficiar a tu familia. No hablo de los suegros y familiares, sino de tus futuros hijos. ¿A quién quieres a tu lado para que te ayude a criarlos? ¿Quién quieres que sea una influencia diaria en ellos? El matrimonio no es para ti. No se trata de ti. Se trata de la persona con quien te casas."

Fue en ese momento en el que supe que Kim era la persona con quien quería casarme. Me di cuenta de que quería hacerla feliz a ella, ver su sonrisa cada día, y hacerla reír todos los días. Yo quería ser parte de su familia, y mi familia quería que ella fuera parte de la nuestra. Y al recordar todas las veces que la había visto jugar con mis sobrinas, supe que ella era la persona con quien quería construir nuestra propia familia.

El consejo de mi padre era a la vez sorprendente y revelador. Iba en contra de la actual "filosofía de Wal-Mart", que es: "si no te hace feliz, puedes regresarlo y llevarte otro nuevo". La realidad no es así, un matrimonio verdadero (y el amor verdadero) no se trata de ti. Se trata de la persona que amas: sus deseos, sus necesidades, sus esperanzas y sus sueños. El Egoísmo siempre exige: "¿Qué gano yo?" Mientras que el Amor dice: "¿Qué más puedo dar?"

Hace algún tiempo, mi esposa me mostró lo que significa amar desinteresadamente. Durante muchos meses, mi corazón se había endurecido con una mezcla de miedo y resentimiento. Cuando la presión había aumentado a un punto en donde ninguno de los dos podía soportarlo más, las emociones estallaron. Tristemente fui insensible y egoísta con ella.
Pero en lugar de responder con más egoísmo, Kim hizo algo más que maravilloso, ella demostró un acto humilde de amor puro. Dejando de lado todo el dolor y sufrimiento que yo le había causado, amorosamente me tomó entre sus brazos y reconfortó mi alma.

Me di cuenta de que me había olvidado del consejo de mi padre. Mientras que el objetivo de Kim en el matrimonio había sido darme amor, mi contribución había sido solo pensar en mí. El darme cuenta de lo terrible que fui, me hizo llorar, y en ese momento le prometí a mi esposa que iba a tratar de ser mejor.

Para todos los que están leyendo este artículo ya seas —casado, comprometido, soltero, o incluso si has jurado nunca casarte— Quiero que sepas que el matrimonio no es para ti. Ninguna relación verdadera basada en amor se trata ti. El amor siempre se trata de la persona que amas.

Y, paradójicamente, entre más amas a esa persona, más es el amor que recibes. Y no solo de tu pareja, sino también de sus amigos, su familia y las miles de personas que nunca hubieras conocido si el amor que puedes brindar hubiera permanecido centrado solo en ti mismo.
En verdad, el amor en el matrimonio no es para ti. Es para otros.


martes, 10 de septiembre de 2013

Un pensamiento de Casanova







"El hombre es libre, pero deja de ser libre cuando no cree en su libertad. Cuando mayor poder concede al destino, tanto más se roba a sí mismo este poder que Dios le dio al darle la razón. La razón es una fracción de la divinidad de nuestro Creador. Pero aún cuando el hombre es libre, no ha de creer que tiene derecho a hacer lo que quiere, pues se convierte en esclavo cuantas veces se deja arrastrar a la acción de sus pasiones" - Del prólogo de las memorias de Casanova.

martes, 23 de julio de 2013

Una flor amarilla - Julio Cortázar


De esos textos que no imaginaste leer... pues bien una amiga me regaló una flor amarilla, pues bien,  hoy yo tengo el gusto de compartirla con ustedes.

Julio Cortázar
(1914-1984)


Una flor amarilla
(Final del juego, 1956)


         Parece una broma, pero somos inmortales. Lo sé por la negativa, lo sé porque conozco al único mortal. Me contó su historia en un bistró de la rue Cambronne, tan borracho que no le costaba nada decir la verdad aunque el patrón y los viejos clientes del mostrador se rieran hasta que el vino se les salía por los ojos. A mí debió verme algún interés pintado en la cara, porque se me apiló firme y acabamos dándonos el lujo de la mesa en un rincón donde se podía beber y hablar en paz. Me contó que era jubilado de la municipalidad y que su mujer se había vuelto con sus padres por una temporada, un modo como otro cualquiera de admitir que lo había abandonado. Era un tipo nada viejo y nada ignorante, de cara reseca y ojos tuberculosos. Realmente bebía para olvidar, y lo proclamaba a partir del quinto vaso de tinto. No le sentí ese olor que es la firma de París pero que al parecer sólo olemos los extranjeros. Y tenía las uñas cuidadas, y nada de caspa.
         Contó que en un autobús de la línea 95 había visto a un chico de unos trece años, y que al rato de mirarlo descubrió que el chico se parecía mucho a él, por lo menos se parecía al recuerdo que guardaba de sí mismo a esa edad. Poco a poco fue admitiendo que se le parecía en todo, la cara y las manos, el mechón cayéndole en la frente, los ojos muy separados, y más aun en la timidez, la forma en que se refugiaba en una revista de historietas, el gesto de echarse el pelo hacia atrás, la torpeza irremediable de los movimientos. Se le parecía de tal manera que casi le dio risa, pero cuando el chico bajó en la rue de Rennes, él bajó también y dejó plantado a un amigo que lo esperaba en Montparnasse. Buscó un pretexto para hablar con el chico, le preguntó por una calle y oyó ya sin sorpresa una voz que era su voz de la infancia. El chico iba hacia esa calle, caminaron tímidamente juntos unas cuadras. A esa altura una especie de revelación cayó sobre él. Nada estaba explicado pero era algo que podía prescindir de explicación, que se volvía borroso o estúpido cuando se pretendía —como ahora— explicarlo.
         Resumiendo, se las arregló para conocer la casa del chico, y con el prestigio que le daba un pasado de instructor de boy scouts se abrió paso hasta esa fortaleza de fortalezas, un hogar francés. Encontró una miseria decorosa y una madre avejentada, un tío jubilado, dos gatos. Después no le costó demasiado que un hermano suyo le confiara a su hijo que andaba por los catorce años, y los dos chicos se hicieron amigos. Empezó a ir todas las semanas a casa de Luc; la madre lo recibía con café recocido, hablaban de la guerra, de la ocupación, también de Luc. Lo que había empezado como una revelación se organizaba geométricamente, iba tomando ese perfil demostrativo que a la gente le gusta llamar fatalidad. Incluso era posible formularlo con las palabras de todos los días: Luc era otra vez él, no había mortalidad, éramos todos inmortales.
         —Todos inmortales, viejo. Fíjese, nadie había podido comprobarlo y me toca a mí, en un 95. Un pequeño error en el mecanismo, un pliegue del tiempo, un avatar simultáneo en vez de consecutivo, Luc hubiera tenido que nacer después de mi muerte, y en cambio... Sin contar la fabulosa casualidad de encontrármelo en el autobús. Creo que ya se lo dije, fue una especie de seguridad total, sin palabras. Era eso y se acabó. Pero después empezaron las dudas, por que en esos casos uno se trata de imbécil o toma tranquilizantes. Y junto con las dudas, matándolas una por una, las demostraciones de que no estaba equivocado, de que no había razón para dudar. Lo que le voy a decir es lo que más risa les da a esos imbéciles, cuando a veces se me ocurre contarles. Luc no solamente era yo otra vez, sino que iba a ser como yo, como este pobre infeliz que le habla. No había más que verlo jugar, verlo caerse siempre mal, torciéndose un pie o sacándose una clavícula, esos sentimientos a flor de piel, ese rubor que le subía a la cara apenas se le preguntaba cualquier cosa. La madre, en cambio, cómo les gusta hablar, cómo le cuentan a uno cualquier cosa aunque el chico esté ahí muriéndose de vergüenza, las intimidades más increíbles, las anécdotas del primer diente, los dibujos de los ocho años, las enfermedades... La buena señora no sospechaba nada, claro, y el tío jugaba conmigo al ajedrez, yo era como de la familia, hasta les adelanté dinero para llegar a un fin de mes. No me costó ningún trabajo conocer el pasado de Luc, bastaba intercalar preguntas entre los temas que interesaban a los viejos: el reumatismo del tío, las maldades de la portera, la política. Así fui conociendo la infancia de Luc entre jaques al rey y reflexiones sobre el precio de la carne, y así la demostración se fue cumpliendo infalible. Pero entiéndame, mientras pedimos otra copa: Luc era yo, lo que yo había sido de niño, pero no se lo imagine como un calco. Más bien una figura análoga, comprende, es decir que a los siete años yo me había dislocado una muñeca y Luc la clavícula, y a los nueve habíamos tenido respectivamente el sarampión y la escarlatina, y además la historia intervenía, viejo, a mí el sarampión me había durado quince días mientras que a Luc lo habían curado en cuatro, los progresos de la medicina y cosas por el estilo. Todo era análogo y por eso, para ponerle un ejemplo al caso, bien podría suceder que el panadero de la esquina fuese un avatar de Napoleón, y él no lo sabe porque el orden no se ha alterado, porque no podrá encontrar se nunca con la verdad en un autobús; pero si de alguna manera llegara a darse cuenta de esa verdad, podría comprender que ha repetido y que está repitiendo a Napoleón, que pasar de lavaplatos a dueño de una buena panadería en Montparnasse es la misma figura que saltar de Córcega al trono de Francia, y que escarbando despacio en la historia de su vida encontraría los momentos que corresponden a la campaña de Egipto, al consulado y a Austerlitz, y hasta se daría cuenta de que algo le va a pasar con su panadería dentro de unos años, y que acabará en una Santa Helena que a lo mejor es una piecita en un sexto piso, pero también vencido, también rodeado por el agua de la soledad, también orgulloso de su panadería que fue como un vuelo de águilas. Usted se da cuenta, ¿no?.
         Yo me daba cuenta, pero opiné que en la infancia todos tenemos enfermedades típicas a plazo fijo, y que casi todos nos rompemos alguna cosa jugando al fútbol.
         —Ya sé, no le he hablado más que de las coincidencias visibles. Por ejemplo, que Luc se pareciera a mí no tenía importancia, aunque sí la tuvo para la revelación en el autobús. Lo verdaderamente importante eran las secuencias, y eso es difícil de explicar porque tocan al carácter, a recuerdos imprecisos, a fábulas de la infancia. En ese tiempo, quiero decir cuando tenía la edad de Luc, yo había pasado por una época amarga que empezó con una enfermedad interminable, después en plena convalecencia me fui a jugar con los amigos y me rompí un brazo, y apenas había salido de eso me enamoré de la hermana de un condiscípulo y sufrí como se sufre cuando se es incapaz de mirar en los ojos a una chica que se está burlando de uno. Luc se enfermó también, apenas convaleciente lo invitaron al circo y al bajar de las graderías resbaló y se dislocó un tobillo. Poco después su madre lo sorprendió una tarde llorando al lado de la ventana, con un pañuelito azul estrujado en la mano, un pañuelo que no era de la casa.
         Como alguien tiene que hacer de contradictor en esta vida, dije que los amores infantiles son el complemento inevitable de los machucones y las pleuresías. Pero admití que lo del avión ya era otra cosa. Un avión con hélice a resorte, que él había traído para su cumpleaños.
         —Cuando se lo di me acordé una vez más del Meccano que mi madre me había regalado a los catorce años, y de lo que me pasó. Pasó que estaba en el jardín, a pesar de que se venía una tormenta de verano y se oían ya los truenos, y me había puesto a armar una grúa sobre la mesa de la glorieta, cerca de la puerta de calle. Alguien me llamó desde la casa, y tuve que entrar un minuto. Cuando volví, la caja del Meccano había desaparecido y la puerta estaba abierta. Gritando desesperado corrí a la calle donde ya no se veía a nadie, y en ese mismo instante cayó un rayo en el chalet de enfrente. Todo eso ocurrió como en un solo acto, y yo lo estaba recordando mientras le daba el avión a Luc y él se quedaba mirándolo con la misma felicidad con que yo había mirado mi Meccano. La madre vino a traerme una taza de café, y cambiábamos las frases de siempre cuando oímos un grito. Luc había corrido a la ventana como si quisiera tirarse al vacío. Tenía la cara blanca y los ojos llenos de lágrimas, alcanzó a balbucear que el avión se había desviado en su vuelo, pasando exactamente por el hueco de la ventana entreabierta. «No se lo ve más, no se lo ve más», repetía llorando. Oímos gritar más abajo, el tío entró corriendo para anunciar que había un incendio en la casa de enfrente. ¿Comprende, ahora? Sí, mejor nos tomamos otra copa.
         Después, como yo me callaba, el hombre dijo que había empezado a pensar solamente en Luc, en la suerte de Luc. Su madre lo destinaba a una escuela de artes y oficios, para que modestamente se abriera lo que ella llamaba su camino en la vida, pero ese camino ya estaba abierto y solamente él, que no hubiera podido hablar sin que lo tomaran por loco y lo separaran para siempre de Luc, podía decirle a la madre y al tío que todo era inútil, que cualquier cosa que hicieran el resultado sería el mismo, la humillación, la rutina lamentable, los años monótonos, los fracasos que van royendo la ropa y el alma, el refugio en una soledad resentida, en un bistró de barrio. Pero lo peor de todo no era el destino de Luc; lo peor era que Luc moriría a su vez y otro hombre repetiría la figura de Luc y su propia figura, hasta morir para que otro hombre entrara a su vez en la rueda. Luc ya casi no le importaba; de noche, su insomnio se proyectaba más allá hasta otro Luc, hasta otros que se llamarían Robert o Claude o Michel, una teoría al infinito de pobres diablos repitiendo la figura sin saberlo, convencidos de su libertad y su albedrío. El hombre tenía el vino triste, no había nada que hacerle.
         —Ahora se ríen de mí cuando les digo que Luc murió unos meses después, son demasiado estúpidos para entender que... Sí, no se ponga usted también a mirarme con esos ojos. Murió unos meses después, empezó por una especie de bronquitis, así como a esa misma edad yo había tenido una infección hepática. A mí me internaron en el hospital, pero la madre de Luc se empeñó en cuidarlo en casa, y yo iba casi todos los días, y a veces llevaba a mi sobrino para que jugara con Luc. Había tanta miseria en esa casa que mis visitas eran un consuelo en todo sentido, la compañía para Luc, el paquete de arenques o el pastel de damascos. Se acostumbraron a que yo me encargara de comprar los medicamentos, después que les hablé de una farmacia donde me hacían un descuento especial. Terminaron por admitirme como enfermero de Luc, y ya se imagina que en una casa como ésa, donde el médico entra y sale sin mayor interés, nadie se fija mucho si los síntomas finales coinciden del todo con el primer diagnóstico... ¿Por qué me mira así? ¿He dicho algo que no esté bien?
         No, no había dicho nada que no estuviera bien, sobre todo a esa altura del vino. Muy al contrario, a menos de imaginar algo horrible la muerte del pobre Luc venía a demostrar que cualquiera dado a la imaginación puede empezar un fantaseo en un autobús 95 y terminarlo al lado de la cama donde se está muriendo calladamente un niño. Para tranquilizarlo, se lo dije. Se quedó mirando un rato el aire antes de volver a hablar.
         —Bueno, como quiera. La verdad es que en esas semanas después del entierro sentí por primera vez algo que podía parecerse a la felicidad. Todavía iba cada tanto a visitar a la madre de Luc, le llevaba un paquete de bizcochos, pero poco me importaba ya de ella o de la casa, estaba como anegado por la certidumbre maravillosa de ser el primer mortal, de sentir que mi vida se seguía desgastando día tras día, vino tras vino, y que al final se acabaría en cualquier parte y a cualquier hora, repitiendo hasta lo último el destino de algún desconocido muerto vaya a saber dónde y cuándo, pero yo sí que estaría muerto de verdad, sin un Luc que entrara en la rueda para repetir estúpidamente una estúpida vida. Comprenda esa plenitud, viejo, envídieme tanta felicidad mientras duró.
         Porque, al parecer, no había durado. El bistró y el vino barato lo probaban, y esos ojos donde brillaba una fiebre que no era del cuerpo. Y sin embargo había vivido algunos meses saboreando cada momento de su mediocridad cotidiana, de su fracaso conyugal, de su ruina a los cincuenta años, seguro de su mortalidad inalienable. Una tarde, cruzando el Luxemburgo, vio una flor.
         —Estaba al borde de un cantero, una flor amarilla cualquiera. Me había detenido a encender un cigarrillo y me distraje mirándola. Fue un poco como si también la flor me mirara, esos contactos, a veces... Usted sabe, cualquiera los siente, eso que llaman la belleza. Justamente eso, la flor era bella, era una lindísima flor. Y yo estaba condenado, yo me iba a morir un día para siempre. La flor era hermosa, siempre habría flores para los hombres futuros. De golpe comprendí la nada, eso que había creído la paz, el término de la cadena. Yo me iba a morir y Luc ya estaba muerto, no habría nunca más una flor para alguien como nosotros, no habría nada, no habría absolutamente nada, y la nada era eso, que no hubiera nunca más una flor. El fósforo encendido me abrasó los dedos. En la plaza salté a un autobús que iba a cualquier lado y me puse absurdamente a mirar, a mirar todo lo que se veía en la calle y todo lo que había en el autobús. Cuando llegamos al término mino, bajé y subí a otro autobús que llevaba a los suburbios. Toda la tarde, hasta entrada la noche, subí y bajé de los autobuses pensando en la flor y en Luc, buscando entre los pasajeros a alguien que se pareciera a Luc, a alguien que se pareciera a mí o a Luc, a alguien que pudiera ser yo otra vez, a alguien a quien mirar sabiendo que era yo, y luego dejarlo irse sin decirle nada, casi protegiéndolo para que siguiera por su pobre vida estúpida, su imbécil vida fracasada hacia otra imbécil vida fracasada hacia otra imbécil vida fracasada hacia otra...
         Pagué.

miércoles, 3 de julio de 2013

Y hoy amanecí así, con ganas de escribir!




Hoy será el día en que no piense lo que pienso,
Hoy debe de ser un día en el que no hago lo que hago,
Debería de levantarme y salir corriendo,
Debería quizás no estar aquí,

Quería escribir algo interesante, pero después de las primeras cuatro lineas me arrepentí, es así como usted y yo perdemos el tiempo, usted por esperar de mi un verso especial, algo que no haya escuchado, algo original, por pensar que ésta mente mía podría producir una nueva moda de cómo escribir, tanto así que aún persiste en seguir leyendo...

Yo pierdo mi tiempo, extraña e inmediatamente por lo mismo que usted, ¿puede creerlo?, espero de mi lo que mismo que usted espera de mi, como dicen por ahi uno nunca termina de conocerse, trato de explorar la parte más oscura de mi mente, porque estoy completamente seguro de que no soy malo, estoy seguro que nomas se fue la luz, o la dejé ir en algún momento de mi vida, no le ha pasado amigo lector que va caminando por la calle y depronto observar la mas insignificante cosa, lo que usted nunca espero mirar, le recuerda algún remoto recuerdo, y que en la mayoría de los casos son hermosos recuerdo -oh si ven, uno arranca escribiendo incoherencias y se va encontrando con lo que quiere escribir-, ignoren esos guiones, quise darle sentido literario a ésto, pero como es mi blog y usted todavía me sigue en la lectura, lo considero valiente, habla con una parte de mi que yo desconozco pero que no desprecio, la quiero como si fuera yo mismo, sé que el día en que yo no esté el estará ahí para responderle con gallardía a éste mundo despiadado.

Y la vi en la mas clara, preciosa, encantadora, hermosa, sublime y llena de vida, la tan exorbitante piedra, ¿oiga no cambie el tema?, íbamos en que cuando miramos lo que no esperamos ver, veíamos en un recuerdo lo que vimos y que fue hermoso en su momento, y es que así escribe uno, es la verdad repetimos ver, veíamos, vi, visto, vio, no vio, si así es, lo que pasa es que uno a lo ultimo le da un poco de carpintería entonces le da sinónimos pero es lo mismo, me pregunto ¿porque es que uno se complica tanto?, una vez una amiga escribió: me quiero matar, así es, sin miseria, sin necesidad de adornos, tal vez si todos fueramos esenciales todo sería mas sencillo.

Una vez vi un peluche y la recordé, sí recordé aquello efímero <---- ¿Que significa eso?, ja!, me dio por escribirlo, rimaba y le daba un toque de misterio que dan ganas de seguir leyendo, pero no lo hago por eso, lo hago para que me den ganas de seguir escribiendo y es que ya llevamos varios párrafos usted y yo, usted valiente y yo cada vez menos cuerdo (Eso podría pensar usted), y es que yo escribí todo lo anterior para probarle, quería estar seguro de que estaba dispuesto a ser mas que un lector, a ser un amigo al que le puedo escribir con confianza y contarle lo que quiero contarle, algunos en el segundo párrafo habrán desistido, y la mayoría se habrán ido con lo de la efímero <---- ¿Aún no se que es?, ja!, bueno el peluche me la recordó, aquellas épocas, donde todo era simple, donde creías que con esa persona tenías todo, que el mundo jamás te tocaría.

No quiero que nos pongamos sentimentales, pero me ha llegado un sentimiento de desaliento, pero de cierta manera perder el tiempo es bueno, sin querer tuvimos un charla amena, ah por cierto la recordé a ella, y ella me recordó que debo de volver a la cordura, que ella fue un hermoso regalo de Dios, que pasaste horas y horas bajo la luz de la luna, que si se acaban las palabras cuando hablabas te inventabas unas cuantas mas para el diccionario, ¿nunca te paso?, calla!, yo se que si, a todos nos toca ese pedacito de vida, algunos en mayor proporción otras en menos proporción, y es que es preciso, es único, es un momento en el que aprendes de un ser humano sin necesidad de llamarlo papá o mamá, sin verlo en forma de libro ni de escritos, es construir ese concepto de amor, y empecé diciendo que no nos pusiéramos sentimentales, pero yo puedo sugerírselo, mas su mente ya lo ubicó, y me alegra al menos, así siento que no hablo sólo, que usted también habla en silencio, pero lo hace, lo comparte.

Mi objetivo era ése, que si a mi un peluche me recordó ese momento maravilloso, quería a usted ésta charla se lo recordara y si lo está viviendo gritarle! que lo disfrute al máximo, que enamorarse no es tan malo, que amar con profundidad y decisión es lo mas poderoso que tiene el ser humano y a la vez su mas grande debilidad, pero hay que hacerlo, hay que vivirlo, sonará pesimista, pero eso es efímero <--- Tramposo! Ya lo buscaste en google y sabes que es!. Pero es el efímero mas eterno que he conocido, lo pesimista no, el amor, y esa es la conclusión, me gustaría dejar ahí, noto que estás en un estado en el que ya no quieres seguir hablando conmigo, estás en un estado en el que quieres pensar, pues bien, lo entiendo, te deseo una buena reflexión, y sabrás soy buen conversador, tal vez la próxima vez sea tomando un buen café ja!, un buen y delicioso café.

miércoles, 26 de junio de 2013

"Tienen que encontrar eso que aman" - Steve Jobs

Frente a esos grandes e inesperados cambios en medio de nuestras vidas, les comparto...

Discurso que Steve Jobs, CEO de Apple Computer y de Pixar Animation Studios, dictó el 12 de
Junio de 2005 en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford.



 “Tienen que encontrar eso que aman”

Me siento honrado de estar con ustedes hoy en su ceremonia de graduación en una de
las mejores universidades del mundo. Yo nunca me gradué de una universidad. La verdad
sea dicha, esto es lo más cerca que he estado de una graduación. Hoy deseo contarles tres
historias de mi vida. Eso es. No es gran cosa. Sólo tres historias.

La primera historia se trata de conectar los puntos:
Me retiré del Reed College después de los primeros 6 meses y seguí yendo de modo
intermitente otros 18 meses o más antes de renunciar de verdad. Entonces ¿por qué me
retiré?.
Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era joven, estudiante de
universidad graduada, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía
ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que
apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací,
decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres
que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche
preguntándoles: “Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?”. Ellos dijeron “Por supuesto”.

Posteriormente, mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado de
una universidad y que mi padre nunca se había graduado de la enseñanza media. Se negó a
firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde
cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.
Luego a los 17 años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una
universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera
fueron gastados en mí matrícula. Después de 6 meses yo no era capaz de apreciar el valor
de lo anterior. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera
en que la universidad me iba a ayudar a deducirlo. Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero
que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en
que todo iba a resultar bien. Fue bastante aterrador en ese momento, pero mirando haciaatrás fue una de las mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a
las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que
se veían interesantes.

No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de
amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y
caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche para conseguir
una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de
las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables
posteriormente. Les doy un ejemplo: en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor
instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones
estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Debido a que me había
retirado y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía
para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación de la cantidad de espacio
entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que
es. Fue hermoso, histórico, artísticamente sutil de una manera en que la ciencia no logra
capturar, y lo encontré fascinante.

Nada de esto tenía incluso una esperanza de aplicación práctica en mi vida. No obstante,
diez años después, cuando estaba diseñando la primera computadora Macintosh, todo tuvo
sentido para mí. Y todo lo diseñamos en la Mac. Fue la primera computadora con una bella
tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, la Mac nunca habría
tenido tipos múltiples o fuentes proporcionalmente espaciadas. Además, puesto que
Windows sólo copió la Mac, es probable que ninguna computadora personal la tendría. Si
nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y las
computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto era
imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin
embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.
Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden
conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de
alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo – su instinto, su
destino, su vida, su karma, lo que sea. Esta perspectiva nunca me ha decepcionado, y ha
hecho la diferencia en mi vida.

La segunda historia es sobre amor y pérdida:

Yo fui afortunado – descubrí lo que amaba hacer temprano en la vida. Woz y yo
comenzamos Apple en el garage de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en
10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garage, transformándose en una
compañía de US$2 mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado
nuestra más grandiosa creación – la Macintosh – un año antes y yo recién había cumplido
los 30. Y luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que
comenzaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era
muy talentoso para dirigir la compañía conmigo, los primeros años las cosas marcharon
bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos
un tropiezo. Cuando ocurrió, la Junta del Directorio lo respaldó a él. De ese modo a los 30
años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había
sido el centro de toda mi vida adulta, fue devastador.

Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a
la generación anterior de empresarios – que había dejado caer el testimonio cuando me lo
estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por
haberlo echado a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso
pensaba en alejarme del valle. No obstante, lentamente comencé a entender algo – Yo
todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un
milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y así decidí comenzar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero sucedió que ser despedido de Apple fue lo mejor
que podía haberme pasado. La pesadez de ser exitoso fue reemplazada por la liviandad de
ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de las
etapas más creativas de mi vida. 

Durante los siguientes cinco años, comencé una compañía llamada NeXT, otra compañía llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por computadora, Toy Story, y ahora es el estudio de animación más exitoso a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que
desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple. Además, con
Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría
sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el
paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No
pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo
que hacía. Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como
para sus amores. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera desentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo. Y la única
forma de hacer un gran trabajo es amando lo que hacen. Si todavía no lo han encontrado,
sigan buscando. No se detengan. Al igual que con los asuntos del corazón, sabrán cuando lo
encuentren. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así
que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se detengan.

La tercera historia es sobre la muerte:

Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a “Si vives cada día como si
fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto”. A mí me impresionó y
desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me
pregunto: “Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de
hacer hoy?” Y cada vez que la respuesta ha sido “No” por varios días seguidos, sé que
necesito cambiar algo.

Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he
encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo –
todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso –
todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es
realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para
evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna
razón para no seguir a su corazón.

Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un scanner a las 7:30 de la
mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. Yo ni sabía lo que era el páncreas.
Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que
mis expectativas de vida no superarían los tres a seis meses. Mi doctor me aconsejó irme a
casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para la muerte.
Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años,
decirlo en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que
sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.

Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego al atardecer me hicieron una biopsia en que
introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos,
pincharon con una aguja mi páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba
sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el
microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy
rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien. Fue lo más cercano que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas
cuantas décadas más. Al haber vivido esa experiencia, puedo contarla con un poco más de
certeza que cuando la muerte era un útil pero puramente intelectual concepto:

Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar
allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como
debe ser porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el
agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo,
ustedes son lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos y
serán eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es muy cierto.

Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se
dejen atrapar por dogmas – es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras
personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencien su propia voz interior. Y
más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna
manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario.

Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog,
que era una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand
no muy lejos de aquí en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a fines de los 60,
antes de las computadoras personales y de la edición mediante microcomputadoras, por lo
tanto, en su totalidad estaba editada usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras
polaroid. Era un tipo de Google en formato de edición económica, 35 años antes de que
apareciera Google: era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes
conceptos.

Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog, y luego
cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo
tenía la edad de ustedes. En la tapa trasera de la última edición, había una fotografía de una
carretera en el campo temprano en la mañana, similar a una en que estarían haciendo dedo
si fueran así de aventureros. Debajo de la foto decía: “Manténganse hambrientos.
Manténganse descabellados”. Fue su mensaje de despedida al finalizar. Manténganse
hambrientos. Manténganse descabellados. Siempre he deseado eso para mí. Y ahora,
cuando se gradúan para empezar de nuevo, es lo que deseo para ustedes.
Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados.

Muchas gracias.